jueves, 29 de mayo de 2008

La muerte de Kid A




Lucille se encuentra con Bruno, de nuevo, como nunca desconocidos.
Es de noche, no saben de qué día pero estiman que de semana, ya que hay poca gente. Nadie. Ellos no son gente, ellos son el muelle de Costanera Norte, la bienvenida al invierno y al viento en cubitos invisibles, acariciando la cara de Lucille, quemando las manos de Bruno que se viene desde allá. Ella lo percibe, sabe que detrás viene a matarla.


Bruno, tomándola de la cintura, besándola, acurrucándose en su cuello, brazos, cintura, tapado, cuerpo.


Bruno: "Lucille...frío en este momento tan esperado, te extrañé tanto, creo que no te dije, que te quiero, te amo, te quiero".

Lucille sonriendo lo mira y besa abrazándolo con frío, intentando apagar el frío de sus venas, del corazón congelado, del aroma de ciudad detrás de ellos, del aroma del río de los ricos, que es de nadie, por lo tanto de ellos.


Lucille: "¿Ves esa lucecita amarilla, allá?"


Bruno la mira a ella, mira cada segundo de su rostro, cada horizonte descubierto entre su piel y su carne, entre este viento y la sangre.


Lucille: "¡Mirá! allá... ahí".


Insiste y Bruno mira, luego, la mira a ella encandilada con esa luz.


Lucille: "No sé...la observo y me siento menos sola. Siento que comprendo la vida de esos navegantes, comerciantes, pescadores, marineros hijos del abismo acuático...en realidad no lo digo yo...lo dijo Kid A, alguna vez".


Bruno: "¿Por que ya tenes que nombrarlo? Kid A murió, amor...besame y basta con Kid A..."





Lucille lo abraza, lo besa, y se olvida de Kid A.










Buscapies.

lunes, 26 de mayo de 2008

Porteñísima


Gorda de tanto chisme y estupidez,
devora la vidriera, sombrea la vereda,
mientras detrás suyo, entre muertes, crisis y hembras,
dos bailan un tango, esquivando la mirada perdida del Che.

Mugre que sale de tanto rodar, pisada y volada,
manosea nuestros ojos, nos roba un insulto,
sin culpar, pero asesinando,
transpirando una sábana de Viamonte.

El viento sopla más donde hablamos de las muertes de nuestra niñez,
donde los pechos desteñidos chorrean miel agria,
donde se observa la cola de la Babilonia del sur,
la más grande, la más sucia y mogólica.

Maravillados ellos pasan, riendo los otros,
y apostados bajo la inmensa araña,
nos olvidamos del escandaloso fulgor porteño
hasta que la libación nos abra de todo.



Hache

jueves, 22 de mayo de 2008

El amor en los tiempos del cólera


Creemos en el cielo, en aquello que nunca vimos. Flotamos cayendo a pedazos por abismos despreciados. Creamos una fina línea que nos llena de susurros. Nos extrañamos hasta morir despiertos y llenos de sueños. Deseamos que todos desaparezcan y a la inversa, un instante de locura, nos cubre. El cansancio y las ganas de decir. Los gobiernos que pasaron, el rumor del dinero y los buhos nos rodean...tan parecidos a nosotros. Subimos a una montaña de aire, que es nuestra imagen, viviendo en una pintura de Dalí. Nos mentimos sobre las azoteas del microcentro...pero no nos importa.

Nos odiamos tan cerca, con tanto amor




Buscapies.

domingo, 18 de mayo de 2008

Las Tierras

Todos estos años parecieron suficientes para agotar esta fe,
para apuñalar y arrancar todas las vísceras.
Y nosotros, que sólo morimos una vez,
abrimos nuestros ojos ante estos aires
que nos son cercanos e intratables, preciosos y ajenos.

El barco que merodea entre las finas ramas,
fumigando estas tierras de deseo, de aires y de vísceras,
nos hiere una y otra vez, y así también resurgimos, una y otra vez.
Porque la tierra no es la culpable, y sólo de ella podemos esperar.

Pero la maldita nave no es quien para acabar con esta Pachamama.
Los campos son originarios y finales, eternos y mayores.
Viven con nuestra vida y mueren nunca.
Se extienden más allá de esta coraza, pero dentro nuestro.

Excede los límites propios y de las carabelas,
Existe dentro y fuera de todo, y nos posee.
Porque la maldita nave no es quien para acabar con el Amor,
esos campos que son originarios y finales, eternos y mayores.



Hache

miércoles, 14 de mayo de 2008

Un adiós


Hoy nada que nada y un poco muerto, me llevaste con vos en parte. . . el amor más sincero que ha existido en mi vida, enterrado bajo un árbol. Hoy todavía lloro por lo feliz que fui a tu lado. Más muerte de la mano de aquel Edipo que hoy se pudre al lado de su madre... de la misma manera que vivió su vida, en segundo plano... viéndote ahora, te veo por primera vez desde afuera... ¡cómo no te iba a ver desde adentro si te vi nacer, vivir y morir y hasta tu tumba cavé con estas manos! Sembré un perro, el segundo de aquel año.

"Quiero que estés a mi lado cuando la hora de partir para siempre haya llegado. He de gozar, mi agonía se ha marchado despedida por tu mano bienhechora. Como un mustio rosal que se desflora, han de caer mis fuerzas agotadas y velará mi cáliz deshojado la sombra de tu imagen protectora. Y así, mi vida verás cómo se ausenta mientras una sonrisa macilenta ha de tallarse en mi faz marmolizada; y a ti, mi amor, el que trocó mi suerte, has de ser mi camarada hasta la muerte, amado en vida y tras la vida amado."

Esta canción me recuerda al momento en que te ayudamos a morir. Mis caricias en un cuerpo aún caliente mientras mi vida se desgarraba por una grieta mucho más profunda y prolongada en el tiempo de lo sospechado en el momento. ¿Cuánto de tu fisiología aún se mantenía mientras yo te tapaba con la misma tierra que habrá de cubrirme algún día? Las larvas de mosca que te comían en vida y que también maté al enterrarte no abandonan mi memoria.
Anoche soñé con vos, amor incondicional, mi maestro de vida...¿quién más me hubiera enseñado la muerte? Soñé que escondido en el follaje de un árbol movía las ramas y vos me mirabas con tu sabia mirada que ni el más distraído de los humanos pudo ignorar al nombrarte por vez primera. Estabas viejo, con el cuerpo relajado pero tu mirada me decía tanto más; me decía "te estoy viendo, dejá de esconderte, ya sé la verdad, que estás ahí metido, ya de una vez salí". Desperté tiritando de frío y con un vago dolor en la rodilla...tal vez por andar escalando árboles entre sueños...¿Cuánto hace que sepulté tu cuerpo?...tres años...creo que nunca voy a lograr olvidar tu enseñanza última y mayor. Me domesticaste bien en esos años.


Tantas, tantas, infinitas, tantísimas gracias de éste, tu humano incondicional.





Buscapies.

lunes, 12 de mayo de 2008

Ensayo sobre la posibilidad



Porque las monedas tienen dos caras, no sé si habrá más bella justicia que ésta o si quizás sea un mero atentado (suicida) a la balanza. Si ambos lo creemos (o alguno o ninguno), poco importa. Porque siempre lo dije: esa justicia no tiene jurisprudencia sobre lo que tratamos, el Amor está por sobre todo lo demás. Es una cuestión de ser o no. Sí/no. Poco importan los grises, las explicaciones, las causas. Menos la forma -vos lo dijiste alguna vez-. Pero así es ahora. Fue, es, será. No hay demasiado más que eso. Porque los merecimientos no tienen peso. Son sólo palabras, bordes, huesitos, no más.
Justo-injusto. Es Amor o no es Amor. Ahora bien, no por eso vamos a dejar de ser. Uno. Dos. Uno. Dos. Ser nosotros. Antes uno-dos. Quizás luego, dos-cuatro. Multiplicación. ¿Pero dónde está la justicia ahora? Si dos no es igual a uno, si dos no es igual a cuatro. Si vos y yo no es lo mismo que. ¿Y dónde está la justicia, entonces? Si ‘lo que se hace por amor acontece siempre más allá del bien y del mal’. Me es imposible poder hablar de lo que llamamos “justicia”, si no hay “ética” que llegue a poder enjuiciar al Amor. Volvemos a donde estábamos: seguimos sin poder definir si todo esto, que es no-ser, realmente era el bien. Un no-ser víctima nuestra, y no al revés. Quisimos empujar al Amor por el filo de la montaña, sin darnos cuenta que somos nosotros mismos los que luego tenemos que ir a buscarlo para poder, así, volver a subir. Tirarnos a nosotros mismos, en vez de dejar que, en todo caso, sea Él quien nos tire. Porque quisimos ser más que Él. Hacer lo que Él no pensaba hacernos. Pero somos tanto menos. Aceptar que seamos nosotros mismos quienes nos empujemos sería sólo aceptar que lo podemos vencer. Una estupidez.
Rodar. Caer. Tirarnos por puro placer. Y no saber qué nos íbamos a encontrar en el camino, más arriba. Tirarnos por miedo a que nos tire. Siendo el miedo una posibilidad. Lo posible esconde detrás suyo lo imposible. Uno me dijo que ‘no hay otra posibilidad de amor que la que se manifiesta en el amor’. Pero aquella vez decidimos escondernos en la imposibilidad, en vez de encarar lo posible. Simplemente por ese temor, que quisimos disfrazar de poder. Porque tener-que-hacer no es querer-hacer. Hacer es poder, controlarnos, creer que nos controlamos, creer que hacemos lo que queremos. Y al final de cuentas, todo quedó en un patético “hagámoslo, no vaya a ser cosa que tengamos que hacerlo”. Actuar porque no quisimos que, entre las posibilidades, tengamos que hacerlo sin quererlo. Terminamos creyendo que lo hacíamos porque queríamos, cuando en verdad lo hacíamos porque no queríamos.
Y sólo eran posibilidades, variables, comas, boletos. Una decisión abre la puerta de otras decisiones y cierra, tras de sí, la puerta a las que quedaron en el camino. Pero todo esto sucede si nuestra elección es ir hacia delante. Es decir, la propia “posibilidad” depende desde un principio de otra posibilidad: la de avanzar o la de cerrar la puerta, por propia arrogancia, por creer tener el poder, por desechar los corredores y pasadizos en los cuales el propio eco del “hacer” muta en un fantasma. Un error y el espíritu nos echará de su palacio. ‘Pero, ¿para qué arriesgar? ¿Qué mejor que salir por nuestros propios medios?’, pero volver es abrir puertas del pasado, volver por lo que ya era piel. Deshojarnos, desangrarnos, abrirnos el cuero, suicidarnos por temor a que nos maten, por una posibilidad, por una de las puertas. Crear -con un ruido como único material- una enorme fiera de carne y hueso. De un vaso de agua, al propio Aqueronte.
La posibilidad nos dejará una incógnita siempre. En vez de abrir la puerta, nos partimos en pedazos a nosotros mismos, creyéndonos más. Como si cerrar fuera un elixir. Como si abrir, un puñal. Como si poder fuera querer. Como si hacer, morir.




Hache

sábado, 10 de mayo de 2008

Diálogo


Lucille: Estamos en un atardecer.


Kid A: Cuando caiga la noche, ¿llegaré?


Lucille: Si quiero, sí. En verdad no quiero que llegues.


Kid A: Los sonidos disminuyen cuando me alejo.


Lucille: Si no respondes, me respondo.


Kid A: Puedo crear tu mente, si quiero.


Lucille: Pero en verdad, sólo quiero saber.


Kid A: Un encuentro para partir.


Lucille: El desgano de los celos. El invierno.


Kid A: Calmar tu frío, calmar el dolor que necesitas.


Lucille: Un paso para escapar. Si queres irte, solo conmigo.


Kid A: Nos vamos, para siempre.



Buscapies.

miércoles, 7 de mayo de 2008

A modo de Manifiesto



Y así salimos, perdemos, lloramos, mentimos, corremos, gritamos, miramos, pegamos, cantamos, caemos, giramos, celebramos, denostamos, construimos, recorremos, abrimos, cruzamos, rompemos, caminamos, juntamos, volteamos, tomamos, encontramos, empezamos, enviamos, sufrimos, damos, castigamos, bajamos, quemamos, besamos, llamamos, seguimos, vestimos, pertenecemos, callamos, diferenciamos, pedimos, asustamos, faltamos, somos, estamos, amamos. Así. Gastando punta. Porque somos un lápiz, que se gasta, se consume, mientras escribimos lo que somos, e inseparablemente, también lo que no somos. Dejamos de lado trozos de nuestro barro y nos armamos de carbón. Y así salimos, escribiendo, armando palabras.
Palabras. Palabras que se apilan una sobre otra, sobre otra, sobre otras tantas. Palabras apiladas. Palabras comunes, viejas, nuevas, cansadas, palabras que fueron agua y hoy son fuego, palabras que dicen lo que dicen y más y otras cosas. Sea lo que sea, creemos que en el fondo no importan tanto las palabras. Viven, lo creamos o no. Hay que escucharlas para sentirlas y que así crezcan por su curso (sin encerrarse) sin limitarse. No queremos imponérselas (no podemos pensarlo), no sirven tantas palabras y solas se borronean.


Bienvenidos.







“En un sistema cerrado nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”.

Antoine Lavoisier (químico francés)