lunes, 23 de junio de 2008

Le jour international du parapluie cassé




Obviamente. Quién podía andar un viernes a las 9 de la mañana, bajo la lluvia, y con una temperatura que estaba fuera de toda notación nominal?
Y sí. Sólo gente rara.
Y yo. (Alguno ya habrá sacado tempranas conclusiones)

Massacres palestinas en las paredes, un linyera haciendo flexiones de brazos entre adoquines y oficinistas (renuevo mi afición por los linyeras). El bar de las rubias de neón: cerrado. Un bondi en el que sólo se sentaba del lado de la ventanilla la gente con anteojos feos. Una señora paseaba, creo, extraviada del resto del pequeño grupo de expedición que acompañaba a Juan Salvo contra los Gurbos. Y andando por ahí, otra vez, yo.

Y el viento, más aún que la lluvia, que cortaba carnes de nylon y rompía huesos metálicos (varios comprados en Constitución). Sin discriminar: negros, azules, rojos, marrones. Poco le importaba.
La gente, luchando y forcejeando. Algún otro que, ya resignado, no le ponía demasiada importancia al revés de su paraguas.
Y, quién más sino, yo. Que no podía permitir(le) 'entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda'. Y esta vez sin ninguna Place de la Concorde, ni Parc Montsouris cerca. Simplemente unas incontenibles ganas de darle un toque más areodinámico al que tenía moribundo entre mis manos (un poco más 'aero' que 'dinámico'). Y las caras de las personas se elevaron siguiendo algo que viajaba, mientras cruzaban la avenida Santa Fé.
"Un exabrupto", dijo una voz dentro mío, con tono convencido. Un juez. "Sepa disculpar. Le juro que no quise hacerlo.", se disculpó la consciencia.
Se corre la voz de una terrible represión a la próxima manifestación. En secreto se corre el nombre del grupo subversivo que se adjudica este hecho. La prensa los habría llamado alguna vez "Los Inconscientes".


Hache



miércoles, 18 de junio de 2008

Nacimiento





Hoy trataba de recordar cómo fue ver el mar por primera vez, me gustaría tener ese origen aún en mi mirada. Sólo me acerco un poquito a la sensación cuando veo a través de tus ojos, renaciendo eternamente. El mar engañoso que nos cuida, el mar. Calmo y tormentoso. Nos vio llegar.

Y con sus olas de salada inmensidad, nos prometió casi sin hablar, un mundo azul, mar. No pudo evitarlo y así fue, dos inocentes criaturas creyendo en el traicionero amor eterno, para siempre.

Vos fuiste la primera en salir (no podía ser de otra manera), estabas ansiosa y te llamaban tanto! Julia lloraba a gritos y un pirata que jamás sería nuestro papá te tomaba en sus brazos, conociendo la felicidad. Si no me hubieses contado lo hermoso que era, si no me hubieses querido tanto como para compartir conmigo ese momento...ay! Si no fuera por toda la curiosidad que hay en la sangre Morgan, todavía estaría en la panza de mamá, esperándote.

No es tan lindo el mundo siempre como creí alguna vez, no. Pero ese maldito mar nos salvó. Nos salvó mientras nos condenaba.




Buscapies.

viernes, 13 de junio de 2008

Otoñal



Obsesiva necesidad de caminar por el borde de cuanta altura tenga frente a sus pies. Queriendo forzarlo, sin entender, pero nunca animándose a saltar. No sé si es simplemente por el placer de golpearse o el de caer encima de quien va por tierra firme.
Un otoño que sufre su habitual enfermedad. Mientras las hojas secas se desprenden de las ramas ya casi peladas, alguien dibuja su cara sólo con pisadas, sobre las baldosas húmedas de mayo, mientras en otra parte, alguien cierra la canilla y se mira a los ojos en el espejo, después de un largo tiempo.



Hache


lunes, 9 de junio de 2008

La anarquía de los abrazos


Espero al tiempo que llega a jugar conmigo hoy la noche. A expandirse transparente para que pueda hablar al fin. Le casi rogaba para que desaparezcamos juntos un rato, y dejar a las cintas como quieran volar. Los números son números pero el tiempo se respira, se pasa por todo el cuerpo para estar, es estar; el tiempo cuando dejas caer tu lengua y ella busca. El agua en tu lengua en el agua. Concibiendo todo el amor, en cada poro, tanto, tanto, tanto amor enseñándose a mis ojos de lágrimas brillantes, vivas verdes desde el espejo; claras como nunca antes (verde del más allá de las profundidades).
Antes años, solo podía, creo, solo me focalizaba vivía sentía intensamente los lados desgarradoramente tristes y tenebrosos. Ajenos, de injusticias, tristezas y sufrimiento, horrores alrededor mío y dentro de mí, paralizados, paralizado. Tal vez por no entender o saberlo en mi piel. De desesperante angustia desconocidamente familiar.
Yo no sé por qué se vive así, sé que la palabra compromiso que no puedo borrar blanco espacio cae. Y quiero seguir sabiendo que el conformismo es para luchar, combatirlo y no hay que subestimarlo (lo sigo sabiendo).
Por todas las voces que me ayudaron y que se siguen transportando y transformando, tantas pero tantas gracias de quien necesitaba sin saber por qué ser salvado. Que la felicidad, la hermosura de seres que se entregan es proporcional al sufrimiento que existe y todas sus caras en este dado gigante. Pensaba que quizás este cambio con nombre de aprendizaje (que hasta a veces llega a agotarme de tan fuerte, sin ser eso ni malo ni bueno) sea una reacción innata o aprehendida de bicho social, de ser humano en una sociedad, de saber que no se está solo nunca, de amor y de odio. Lo pensé como si eso significara un engaño, una mentira, pero alma sonreís cómplice por la ventana, llenándote del hermoso mensaje que escuchas y conoces: que mentira, que bicho, que todos, que uno…. Sea lo que sea creo que no importa. Vive, lo creamos o nos creó, hay que escucharlo para sentirlo y que así crezca por su curso (sin encerrarse), sin limitarse. No quiero imponérselo, no puedo pensarlo, limitaciones, no sirven tantas palabras y solas se borronean.

Sólo quería recordar que es hermoso naturaleza de abrazar por luchar.






Buscapies.

miércoles, 4 de junio de 2008

De cuando Lucía mira por la ventana mientras llueve y no tiene otra cosa que hacer más que pensar...




Lucía no deja de llorar por el ayer,
por el hoy, y por lo que, teme, vendrá.
Pero principalmente sufre por el tiempo.
Que perdió en Urquiza, por alguna calle que supo ser barrio.
Que perdió en su casa o bajo la higuera del jardín.
Que “perdió”...

Como si existiera tiempo que podremos volver a usar,
como si el pasado estuviera guardado atrás de la azucarera,
escondido y bien cerrado en la caja celeste de lata,
esperando para ser liberado cuando lo deseemos.

Como si el presente no fuera una simple línea
que el tiempo cruza de continuo, un vulgar límite
entre lo que estaba por ser y lo que ya fue.
Inútil pasamanos que se extiende por sobre nuestras cabezas.

Como si el futuro fuera algo más que infinitas posibilidades,
más que el comienzo de una rama que se quiebra sobre sí,
y sin ser ninguna de ellas, salvo una que, a su vez,
pasa a ser otra vez el ilusionista de los mil reyes que no serán.

Lucía dice que todo está mal, y llora por ella y por él,
por el balcón, por la risa, por las guerras,
por la locura, por el sol y por el tiempo.
Principalmente, llora por el tiempo.




Hache