
Gorda de tanto chisme y estupidez,
devora la vidriera, sombrea la vereda,
mientras detrás suyo, entre muertes, crisis y hembras,
dos bailan un tango, esquivando la mirada perdida del Che.
Mugre que sale de tanto rodar, pisada y volada,
manosea nuestros ojos, nos roba un insulto,
sin culpar, pero asesinando,
transpirando una sábana de Viamonte.
El viento sopla más donde hablamos de las muertes de nuestra niñez,
donde los pechos desteñidos chorrean miel agria,
donde se observa la cola de la Babilonia del sur,
la más grande, la más sucia y mogólica.
Maravillados ellos pasan, riendo los otros,
y apostados bajo la inmensa araña,
nos olvidamos del escandaloso fulgor porteño
hasta que la libación nos abra de todo.
Hache