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lunes, 9 de marzo de 2009

Declaración desde la torre

Alguien llega hasta mis oídos:
los que no me ven
no lograrán saltar esta pared,
esta llama que entibia los huesos roídos.

Estoy saltando desde la torre,
directo a hacer estallar tu cráneo.

Desde aquí veo la gente gritar y correr,
la nena que quema sus dedos,
ya no siente lo que creía,
ya no cree en lo que sentía.

Él no deja de leer,
se olvidó de amarla ayer,
ya no quiere lo que tenía,
ya no tiene lo que quería.

Desde aquí los veo a todos ellos,
pero en realidad soy yo
el que no soporta este espectáculo.

Partiré mi cráneo contra ti,
pero no dejes de cantar
hasta sentir el impacto.



Hache

sábado, 28 de febrero de 2009

Una noche

Hoy tu sexo me habla,
yo lo devoro,
todos lo devoramos.
Tu piel áspera de tanta lengua que te lamió.
Tu ojo, que llora ante el estallido.
Vertical.
Con un nuevo brillo en tus manos,
me puteás, me arañás, me rompés,
te quejás de que no te nombré.
Tu ego me detesta,
me echa en la cara tu vómito
de frases hechas,
de palabras que le robás a las paredes.
Tu renegrido ego desea de mí
una escena fantástica de sangres y hambres,
mientras ves tu cara en todos nuestros rostros.
Y ya despierta, me odiás porque no llevo puesta tu máscara,
porque mi ego y mi sexo te responden
y se funden en uno mismo, que te domina y enferma.
No me soltás de tus fauces, me hacés entrar y rebasarte,
te ahogo, te veo muerta en la cama. Muerta.
Fumo el oscuro lápiz y te invento con cenizas:
un gato lame con sus ojos la punta de tus dedos fríos,
que saben a noche, a amarga fruta.
De pronto despertás y lentamente, casi flotando,
te perdés entre las sombras del pasillo, silenciosa,
como la angustia, que en esta habitación,
besa mi boca reseca.



Hache

miércoles, 18 de febrero de 2009

El muelle




Abandonado muelle, que resistes el tiempo,
bastante mejor que nosotros,
y no más solitario que cualquiera que te encuentre.
Ya pronto moriré y tú te irás conmigo,
así como toda montaña que te rodea,
y seremos larvas, un mar blanco,
un enorme esperma de muerte,
donde siempre algo nace.
Allí conoceré tu vida,
Aprenderé a caminar por sobre el calendario,
Inmóvil y vibrante como todo tu paisaje.

Mis pies quedarán arrugados
y, envueltos en la tierra,
me someterán a viajar sintiendo las diferentes corrientes,
de lagos, arroyos y vertientes,
que relatarán las historias de las altas montañas,
de las pequeñas piedras húmedas que besaron.
Sentiré en las pequeñas vegetaciones
los periódicos amores que se enfrentaron a lo irreparable,
hasta la abdicación, el abandono,
el desamarre, el desamor.

El culto a la palabra, a las letras
que lo dejarán a uno mudo, ya en la muerte,
o desde el nacimiento. La letra muda.
La C me llama.
La S me calla.
Finalmente no me preocuparé más.
Liquidaré todo lo que me agobia,
toda palabra; y sólo rescataré una letra,
la única que me deja ahogarme en tu paz.



Hache

miércoles, 21 de enero de 2009

La tarea

Terminaré lo que Adán, dicen, empezó,
con todo lo que llevamos a cuestas,
mentiras y culpas, dioses.
Mataré todo aquello que vive,
los sexos, la sangre,
lo que flota en las memorias,
lo que junta polvo en los estantes
y todo augurio de tiempos mejores,
de tiempos, sin forma, sin espacio,
y con ello, el punto negro, el del ojo,
de la vida, del sol, la gran imprenta:
la concha de Dios.


Hache

lunes, 8 de diciembre de 2008

Tractatus

El lenguaje marca los límites de nuestra visión de los hechos, y el mundo jamás sobrepasará dichos límites. No nos es posible expresar lo que va más allá de él, ni el mundo saldrá de esta estructura que se creó inconcientemente.
‘Nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té sólo podrá contener el volumen de agua propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella.’
Por ello, no podremos descifrar nunca qué es una cosa, en otras palabras, la verdad.
Y de esa forma fue siempre. Sin más. Porque a veces no vale la pena intentar describir lo que está más allá de todo esto que nos rodea y nos observa.
Es que, al fin de cuentas, ‘Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen.’
Un viejo, durante uno de los tantos viajes en tren, me contó una historia que él mismo escuchó de la boca de quién sabe qué otro señor, sobre un hombre que silenciosamente vivió, sin todos estos barrotes a su alrededor, y finalmente pudo lograr lo que nadie: todo aquello que nos es imposible decir.




Hache

viernes, 21 de noviembre de 2008

Eugenia

Y si los ríos mueren un martes,
verás que ya no hay forma de salir.
Y si los ríos mueren en ninguna parte,
será que es hora de partir hacia allí.

Tu nombre salpica, nos baña de luz,
y si así es la forma, la forma más dulce
de salirnos de nosotros, de encontrar la señal,
la señal de la cruz… divina.

Y las casualidades ya no son tales si hay dos.
Dos, por primera vez, dos segundos.
Dos, por última vez, antes de volverse uno.
Vos, en tu cuerpo ya me hundo.

Fría, la arena donde vives,
la mar, reflejo de los mil Uranos,
de tus ojos de suaves brisas,
de aromas y colores,
del brillo y de tu nombre.



Hache

domingo, 9 de noviembre de 2008

El valle




Quieto valle,
una paz áspera se huele en tus caminos,
que si río, ilumino; que si miro, sólo escribo.

Vamos a quemar las tierra,
matemos todo lo que nos condena,
que sin ojos ni reglas,
siguiendo el rastro de tu pelo, el agua suena.

Y las lunas contemplás, en tu valle,
y las escondés, porque no debés,
porque tus pies se quiebran,
como el alma con el vino.

Quieto valle,
una voz risueña se oye en tus caminos,
que si oigo, sigo; que si miro, sólo esquivo.




Hache

martes, 21 de octubre de 2008

Muerte de hoy






Escúdate con tus palabras,
antes que llegue el alba
y pinte mejor que ayer toda su alma,
sin temblar ni creer.

Se escurren las letras,
como tantas lunas que deseé
y besé sin querer –siquiera-
saber de qué se trata todo ese perecer.

Elevado sino en que te ahogás,
y murmurás, y piropeás,
mientras te das cuenta que ya se gastó
y hay que volver a afilar.

Y la ética de tu sonreír,
que venera el otoño de salón,
la esgrima y la fusión,
de letra y muerte, lenta muerte.




Hache

domingo, 12 de octubre de 2008

Madre


















Bajando por la ciega escalera,
ruin tiempo has de escapar,
como, con el viento, planear,
sin necesidad de más gritar.

Animal muerto y desterrado de su sino;
viuda, la parca, me ha de llorar.
Como perro sin casa, como gato sin cartel,
furia de soluna bañada de hiel.

Pero no ha de llover si el lobo volvió a sangrar, nacer, lamer.
Alimento. Vientre. Cósmica luz, voz de madrefaro: hacia ti voy… ya he de llegar.



Hache

sábado, 4 de octubre de 2008

Visión




Lleno de azul, respiro, suspiro, me entiendo.
Veo espíritus diminutos buscándose entre multitudes de aires esporádicos.
Venciendo el alimento que me ofrecen dulces bestias sin más que mirarlas danzar entre compases indivisibles y talones desarmados.
Aguas misericordiosas pasan tiempos en mí, mientras las dejo aventurarse entre los yuyos de las mascarillas del suelo.
Un sueño pesado me despierta hacia otro lado, un espacio vecino, rutinario.
Leo, y vuelvo al azul, a respirar, a suspirar, a entenderme.



Hache

viernes, 19 de septiembre de 2008

Ya no

Ese mundo que con tan solo palabras inventaste.
Ese guante que me arropó sin querer.
Y tú, con tu vida, has partido ya.
Nada podré hacer sin tu mar.
Quizás otra chance, otro consejo.
Otra brisa...
Eterno pero frágil amar.

El seno del olvido es irrompible.
Sólo tu sombra alcanzaré.
Mis verdades cayeron desnudas frente a ti.
Y no me creo capaz de perecer.

Sólo en tus ojos yo puedo creer.
Aunque no lo vea, las hojas van cayendo.
Su quejido es escuchado por el viento,
quien ya no puede volver el amanecer.

Las miradas que me vigilaban
no reconocen su derrota.
Tu resplandor, tan claro a través del cristal.
La noche ya no caerá ante ti.

El parecer de tu alma,
tan incómoda ya sin cuerpo.
No tendrá ya más memoria,
no tendrá ya más secreto.

La censura en tus ojos,
todo eso que no quieres ver.
Y mis ojos, desentendidos,
se dejan morir en su propia oscuridad.

El llanto que irradia la luna,
la niebla invade mi habitación.
El redescubrimiento de ese mundo,
esas paredes simulan ficción.

Pero yo ya no soy...
Aquella persona, ya no...

La imposibilidad abrumadora.
Ese camino está fuera de rumbo.
Las aves ya no cantan.

Durmiendo esperaré...
Enceguecido y tranquilo ya...



Hache
(cosecha 2003, creo)


lunes, 8 de septiembre de 2008

El ídolo tallado

Noble y vulgar
A las personas vulgares, cualquier sentimiento noble y magnánimo les parece inútil y, por consiguiente, poco creíbles: cuando oyen hablar de ellos, guiñan el ojo y parecen querer decir: "ya habrá algún interés en juego, nunca se sabe". Son recelosos con el noble, como si éste buscase su ventaja por caminos furtivos. Si se los convence con demasiada claridad de la ausencia de intenciones y beneficios egoístas, el noble es para ellos una especie de demente: desprecian su alegría y se ríen del brillo de sus ojos. "¡Cómo se puede alegrar uno de salir perdiendo, cómo se puede querer salir perdiendo con los ojos abiertos! A las emociones nobles tiene que estar vinculada una enfermedad de la razón". Así piensan mientras miran despectivamente, igual que desprecian la alegría que produce al insensato su idea fija. (...) Comparada con la naturaleza vulgar, la naturaleza superior resulta irracional: pues el noble, el magnánimo, el abnegado, está en realidad sometido a sus pulsiones, y en sus mejores momentos su razón hace una pausa. (...) Éste posee algunos sentimientos de placer y displacer con tal ímpetu que frente a ellos el intelecto tiene que callar o que ponerse a su servicio: en esos sentimientos, el corazón sustituye a la cabeza, y a partir de ese momento se habla de "pasión". (...) La sinrazón o la peculiar razón de la pasión es lo que el vulgar desprecia en el noble, en especial cuando ésta última se dirige a objetos cuyo valor le parece ser completamente fantástico y arbitrario. (...) El gusto de la naturaleza superior se dirige a excepciones, a cosas que normalmente dejan frío y que no parecen tener dulzura alguna (...).


Friedrich Nietzsche








Tenía ambiciones. Serenidad. Una tarea por cumplir, acá, en la tierra de todas las cosas. Seguridad. Un poco de paranoia. Y algunos libros. Y es allí donde solía encontrarlo. En Él sí creía. Pura devoción. Y no había otra forma de hacerlo. No, definitivamente no había. Ya lo imaginaba. Sería imposible compararla con cualquier otra cosa que ocurra en su vida, y hasta en la de los demás. Una empresa ejemplificadora. Todo eso que él llevaba adentro. Toda esa pasión bajo su piel. Lo sabía. Lo presentía. Algo casi monstruoso. Pero dulce. Mágico. Así se lo había propuesto.
Picar. Semejante masa. Pulir. Ampollas en las manos. Tallar. Y el calor. Se cansó de la luz cortando todo en dos. Una pirueta, la lámpara desde el techo, hasta un palo, de ahí contra la polea esa que creyó que jamás utilizaría, y listo. Ahora un tímido color ámbar pedía permiso para teñir el improvisado taller. Saca la penumbra de ese rincón que nunca antes había amueblado, y que ahora se tragaba toda la luz de la habitación. Tenía a mano todo lo que necesitaba. Tener que buscar algo en la oscuridad del resto de la habitación, mejor ni pensarlo. El zumbido de la luz. Una gota recorre su sien, mira de reojo su oreja, y se diluye en su cara sin afeitar. No sabía bien lo que hacía, pero avanzaba. Un ídolo, tallado por él mismo, en aquel rincón. Los músculos no se acostumbraban. Tarea difícil resultaba ser. No era tan fácil de moldear. Pero semejante obra. No podía no hacerlo. O por lo menos su orgullo no le permitía siquiera pensar lo contrario. Pero se daba cuenta que no terminaría más a este ritmo. El sol había caído muy temprano hoy, pero no había mayor apuro, más que la presión de poseerlo, ya. Quizás un golpe. Porque también había leído eso sobre Él: a veces golpeamos para moldearlo y encontrar su verdadera forma. Se acomoda. Mide. Frunce el seño. Pega. Rompe. Rompe. Sí, rompe. La mente se había ido, tocando bajito, en algún momento. Y acá se encontraba ahora, solo frente a la moldura partida. No atinó más que a respirar, con la mirada perdida en el zócalo.
Se sentó, tratando de rearmar en su cabeza lo que lo había llevado a intentar hacer todo esto. Lo último. Sí. Se vio a sí mismo, un tiempo atrás, mojando sus pies a orillas de un río. No encontraba nada más. Pero cómo olvidar esas aguas, esas mieles del Leteo.
Volver a sí mismo. Y siempre tuvo muy claro ese camino. Home-ward. No era necesario demostrar lo propio con un monstruo de tal magnitud. Porque él sabía. Se sabía. Pasifae, pasiflora, pasilargo, pasillo. Y luego estaba. Definitivamente eso no era la construcción de tal inmensa criatura.
En silencio, volvió a tomarlo. Porque ahora lo comprendía. Un pequeño bollo era lo único que ciertamente necesitaba. Lo separó del resto de la masa. Sus manos. El almíbar. Clavar un dedo en el centro, de derecha a izquierda, hasta casi atravesarlo. Un corte en la parte superior. Una magulladura en el frente. Lo único antropomórfico eran dos pies detalladísimos, hermosos. Un vértice casi mordido. Un trozo partido de jade ubicado fuera de centro. Parecería que casi por azar. Pero no era así. Porque ahora sí, lo sabía. Era él. Él. Más Él que nunca. La pasión, allí estaba. No era en lo impactante. Era esto. Acá. En él.
Y en Ella.



Hache

sábado, 30 de agosto de 2008

Mon unique désir

Ser, por un segundo, todo tu interior, todo pensamiento, todo sentimiento, toda emoción. Ser, por un segundo, todo lo que existe fuera de tu corteza, el centro de tu corteza. Ser, por un segundo, la lengua que da la vida, el ojo y la mano, la boca y tu sien, todo el aire y los mares. Ser, por un segundo, poseedor de tus palabras y que tus palabras me posean en ellas. Ser, por un segundo, una letra en tu cuaderno, toda paz, todo silencio, toda siesta. Ser, por un segundo, sal y ciudad, prosa y gusano, paladín y siervo. Ser, por un segundo, todo silencio, toda pena y toda brisa. Ser, por un segundo, toda voz, toda vos.
Y pasar a la historia como quien fue, por un segundo, toda tu existencia y quedó perdido por una eternidad dentro de un segundo tuyo.




Hache


miércoles, 20 de agosto de 2008

Hoy es ayer




Hay ciertos momentos en que uno, de repente, sin pretenderlo (acá, de vuelta: la dualidad consciencia-inconsciencia; todo está, sabemos todo lo que hacemos; consciente o inconscientemente, de cualquier forma, lo sabemos), descubre nuevas cosas volviendo a mirar las mismas formas que uno creía recordar de memoria. Pero que resurgen y son. Son.

-Como quedarse hasta tan tarde, que uno sólo escuche colectivos y sirenas. O pajaritos y caballos, según de qué lado se esté.-

Y que hoy es esto. Es reír. Es llorar. Es reír llorando. Es llorar riéndose. Es reírse de que uno se ríe mientras llora, y tentarse, y sin poder (querer) dejar de llorar. Entonces, uno disfruta de llorar (obviamente; por algo nos llevamos bien, no?).
Y me quejo, porque no sé bien porqué lo dulce siempre se lo relacionó con lo feliz, y lo triste, con lo salado (quizás por la misma lágrima, alguno dirá). Pero qué errados que viven tantos. Y qué poco saben, a diferencia de las lágrimas.


Hache


Hoy es ayer. Y mañana es mejor. Siempre.

lunes, 11 de agosto de 2008

Nochenombre

Sos como la muerte del día,
como ese tren que nunca es igual,
como la hora en que el pájaro calla,
como cuando todo funde en negro.

La idea inconciente de ser,
la de no-ser y la del somos.
Porque éramos y cargábamos con todo,
y hoy nos miramos sin sed.

La noche de Arlés, la gramilla,
una hora gastada y un grito.
Las sillas arriba de la mesa, la calle
y tu nombre pintado en el paredón.



Hache



viernes, 1 de agosto de 2008

Resignado

¿Hasta dónde pensabas llegar hoy,
que el día brilla, las sombras nos siguen
y todo parece tener un gusto especialmente dulce?

Ojos de gato, humo saliendo de su boca,
danzando vas entre las desgracias ajenas,
librando los destellos de tu incontenible alma.

Guía del museo de tus fracasos,
todos los veranos rotos, las manos ajadas.
Tu sexo promete luz, origen de todo,
de toda esta nada, la muerte.

¿Hasta dónde pensabas llegar hoy,
que la noche su velo levantó
y estamos ya un poco más cerca
del fin de esta obra?




Hache

viernes, 18 de julio de 2008

Julia y Federico





Julia: Estoy en la butaca, llorando emocionada, y actuando, al mismo tiempo.
Federico: Es que tu espíritu se fue.
Julia: Me aburre Julia.
Federico: Vos la dejás ser lo que es. No hacer nada.
Julia: Tengo que reinventarme.
Federico: Siempre encadenada a tu cuerpo.
Julia: Fuera de él. Lejos, bien lejos.
Federico: Julia es el centro y el límite.
Julia: Tengo que reencontrarme para después poder salir otra vez.
Federico: El centro es lo más alto. Cada paso que te alejes será bajar un poco.
Julia: O quizás el centro sea lo más bajo...
Federico: Te morís de ganas de comprobarlo. Te encanta saberte en el filo.
Julia: Si sigo así, toco fondo.
Federico: Y si vas allá, podés no volver.
Julia: El frío duele.
Federico: El frío te recuerda que estás viva.
Julia: Y encerrada…
Federico: Y encerrada…


Hache



sábado, 5 de julio de 2008

Cosas que pasan durante el insomnio




Ellos se encuentran, de casualidad, a la noche. Allí, donde no hay luz que alumbre ni frazada que abrigue. En ese momento, cuando ya nadie más queda y sus miradas cruzadas no pueden ser evitadas. Uno, que no deja jamás de apostar. Otro, que sólo sabe de sacar cuentas.
Tímidamente se acercan. Se saludan de compromiso. Se acuestan. Se miden. Y luego cruzan unas palabras.
-Cómo andás?
-Bien, y vos?
Pero tan insostenible le es a veces mantenerse entero. Es que, claro, no hay forma de hacerse creer a él mismo que ella no era la mujer a la que habría de amar.



Hache



lunes, 23 de junio de 2008

Le jour international du parapluie cassé




Obviamente. Quién podía andar un viernes a las 9 de la mañana, bajo la lluvia, y con una temperatura que estaba fuera de toda notación nominal?
Y sí. Sólo gente rara.
Y yo. (Alguno ya habrá sacado tempranas conclusiones)

Massacres palestinas en las paredes, un linyera haciendo flexiones de brazos entre adoquines y oficinistas (renuevo mi afición por los linyeras). El bar de las rubias de neón: cerrado. Un bondi en el que sólo se sentaba del lado de la ventanilla la gente con anteojos feos. Una señora paseaba, creo, extraviada del resto del pequeño grupo de expedición que acompañaba a Juan Salvo contra los Gurbos. Y andando por ahí, otra vez, yo.

Y el viento, más aún que la lluvia, que cortaba carnes de nylon y rompía huesos metálicos (varios comprados en Constitución). Sin discriminar: negros, azules, rojos, marrones. Poco le importaba.
La gente, luchando y forcejeando. Algún otro que, ya resignado, no le ponía demasiada importancia al revés de su paraguas.
Y, quién más sino, yo. Que no podía permitir(le) 'entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda'. Y esta vez sin ninguna Place de la Concorde, ni Parc Montsouris cerca. Simplemente unas incontenibles ganas de darle un toque más areodinámico al que tenía moribundo entre mis manos (un poco más 'aero' que 'dinámico'). Y las caras de las personas se elevaron siguiendo algo que viajaba, mientras cruzaban la avenida Santa Fé.
"Un exabrupto", dijo una voz dentro mío, con tono convencido. Un juez. "Sepa disculpar. Le juro que no quise hacerlo.", se disculpó la consciencia.
Se corre la voz de una terrible represión a la próxima manifestación. En secreto se corre el nombre del grupo subversivo que se adjudica este hecho. La prensa los habría llamado alguna vez "Los Inconscientes".


Hache



viernes, 13 de junio de 2008

Otoñal



Obsesiva necesidad de caminar por el borde de cuanta altura tenga frente a sus pies. Queriendo forzarlo, sin entender, pero nunca animándose a saltar. No sé si es simplemente por el placer de golpearse o el de caer encima de quien va por tierra firme.
Un otoño que sufre su habitual enfermedad. Mientras las hojas secas se desprenden de las ramas ya casi peladas, alguien dibuja su cara sólo con pisadas, sobre las baldosas húmedas de mayo, mientras en otra parte, alguien cierra la canilla y se mira a los ojos en el espejo, después de un largo tiempo.



Hache