miércoles, 23 de julio de 2008

Alma


(sugerido de "Durazno sangrando", de L.A. Spinetta)



La vida me balanceaba a la sombra inocente y perfumada de mis hermanos cuando vi por primera vez los anillos del Insecto Silencioso. Con horror supe que el mundo era un vivén hacia la podredumbre segura. Esa noche me dejé colgar de mi médula dolorida hasta que mi noble traje de terciopelos naranjas se manchó de sangre traslúcida y después el aire y golpeé contra el rocío y vi el cielo girar y girar hasta que me desvanecí de vértigo junto a un río. Y quedé sumergido en un sueño espeso como el musgo. Y cruzaron lunas sobre mis lágrimas. Y murmullos irrepetibles de música breve me envolvían desde la profundidad. Hasta que en una noche clara distinguí al Samurai Invisible contemplándome. Sus labios se movían dulcemente. “-Quien canta es…-” comenzó a decirme. Como por un golpe, mis fibras temblaron. Se desgarró mi piel y mi carne. Sangré rojo y dulce. Y vi en el centro de mi mismidad un cuerpo distinto y sólido. Mientras el Samurai se sonreía, narrador y omnisciente, yo grité y caí hacia el centro del agua y el cielo iluminado brillando en mil fragmentos de cristales líquidos. Cuando me alejé, el Invisible caminaba sobre el agua y el viento agitaba sus sedas y soplaba los pétalos del loto que viajaría conmigo en la corriente hacia otras orillas.

El sol ya había salido. Por la mañana, me encontrarán pescadores, sangrando río abajo.











Buscapies.

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